La importancia del pre y post evento: el antes y el después también cuentan
¿Cuándo empieza realmente un evento?
Muchos responderían: “cuando abren las puertas”. Pero si esa es la única fase que planificamos, estamos desperdiciando más de la mitad del impacto potencial. En el mundo corporativo actual, donde el tiempo y la atención son recursos escasos, el éxito de un evento no depende solo de lo que ocurre durante unas horas. Se construye antes, se proyecta después.
Diseñar un buen evento implica trabajar también su antes y su después. Porque los días previos generan deseo. Y los días posteriores, recuerdo. Juntos, esos dos momentos amplifican el retorno.
1. El antes: generar expectativa (y deseo)
Un evento sin previa es como una serie sin tráiler. Puede estar bien, pero no engancha igual. Las estrategias previas no solo informan: activan la imaginación del asistente y lo invitan a formar parte de algo que está por ocurrir.
Algunas estrategias eficaces para el pre-evento:
- Campañas teaser con narrativa: No basta con anunciar la fecha. Una historia corta, fragmentada en varios mensajes (vídeos, emails o posts) puede generar misterio. Ejemplo: una empresa tecnológica lanzó una serie de vídeos con planos cerrados de inventos antiguos, vinculándolos al espíritu del evento. Nadie sabía de qué iba, pero todo el mundo quería ir.
- Save the date con experiencia: ¿Y si la invitación es ya un primer guiño experiencial? Desde una caja física con pistas hasta un mail interactivo que desbloquea contenido exclusivo.
- Gamificación previa: Concursos, trivias, retos en redes o sorteos solo accesibles para quienes se registren. Se premia la atención, se refuerza la vinculación.
- Embajadores internos: Implicar a empleados o partners clave para que difundan el evento desde dentro. Sus mensajes generan más cercanía que cualquier campaña externa.
2. El después: dejar huella, mantener el vínculo
Muchas veces se apagan las luces y… se acaba la historia. Craso error. Un buen post-evento multiplica el impacto emocional y consolida la relación con los asistentes.
Algunas claves para un post-evento con impacto:
- Contenido reutilizable: Si se grabó, se multiplica. Vídeos resumen, frases destacadas, reels emocionales, cápsulas para redes o artículos con los aprendizajes clave. Todo eso permite que el evento “siga vivo” semanas después.
- Campañas de agradecimiento: No un simple “gracias por venir”, sino un mensaje personalizado, con alguna foto o momento que le recuerde a la persona que su presencia importó.
- Plataformas de feedback ágiles: Olvida los formularios eternos. Usa encuestas breves, visuales, que premien la respuesta rápida. Sirve para mejorar, pero también como excusa para mantener el contacto.
- Acciones de continuidad: Un evento puede ser el principio de algo más. Grupos privados, newsletters temáticas, próximos encuentros… Mantener vivo ese hilo es parte de la estrategia.
3. Medir el impacto extendido
A menudo medimos los eventos solo por lo que pasa en el recinto. Pero el verdadero valor está en su capacidad para:
- Generar conversación antes y después.
- Fortalecer la marca en la memoria de quienes asistieron.
- Dejar materiales que sigan funcionando en otros contextos.
- Activar relaciones internas o externas a largo plazo.
Un buen evento no se acaba cuando se desmonta el escenario. Se mide por cuánto dura su eco.
Una mirada más estratégica
Pensar en eventos como acciones aisladas es un enfoque limitado. Si queremos que generen valor real —para el equipo, la cultura de empresa, los clientes o la marca— hay que diseñarlos como experiencias conectadas con otros momentos y otros canales.
El pre y el post no son añadidos: son parte del guion. Son el prólogo que engancha y el epílogo que emociona. Quienes los trabajan, amplían el alcance. Quienes los descuidan, desaprovechan el potencial.
La próxima vez que pienses en un evento, piensa también en su sombra.
Porque el verdadero impacto no se mide en horas.
Se mide en recuerdos, conversaciones y vínculos que permanecen.